Problemas de Pareja desde la Terapia Integral de Pareja

Según la Terapia Integral de Pareja, el problema no son las incompatibilidades, que más bien resultan inevitables en una relación de pareja, sino cómo se manejan. Una de las formas posibles de afrontar las incompatibilidades que acaba generando problemas es la coerción. Esto implica que un miembro de la pareja aplica estimulación aversiva hacia el otro para escapar de la estimulación aversiva que provoca la incompatibilidad, o conseguir el reforzador del que priva la incompatibilidad.

Clinica Pérez Vieco. Especialistas en Terapia Integrativa de Pareja.

El hecho de que estas incompatibilidades se manejen de forma coercitiva provoca que se generen patrones de interacción que empeoran la situación de la pareja. Según Jacobson y Christensen (1996), puede haber tres patrones de interacción destructivos:

• La evitación mutua, en el que ambos evitan enfrentarse al conflicto;
• La interacción negativa mutua, en el que ambos se atacan reiteradamente; y
• La demanda-retirada, en el que uno entra en una interacción negativa como demandar, acusar o culpar y el otro se retira.

Si este es el panorama, lo lógico es que se intente modificar la forma de actuar o de ser de la persona que no se ajusta «bien» al otro. Así es como se aumenta la polarización que hace que la pareja cada vez se encuentre peor en la relación y que ambos se sientan cada vez más alejados el uno del otro.

En la Terapia Integral de Pareja, TIP la formulación que se hace del problema a la pareja incluye tres componentes:

1. La descripción del tema principal de conflicto y la ayuda para identificar las situaciones conflictivas que se dan fuera de la sesión;
2. El proceso de polarización, que describe las interacciones destructivas que se dan entre los miembros de la pareja; y
3. La trampa mutua, que es resultado del proceso de polarización: «es la sensación de estar atrapados sin solución que hace que no sean capaces de revertir el proceso de polarización una vez que ha empezado» (Jacobson y Christensen, 1996).

Una formulación es buena si, y sólo si, ayuda a la pareja, es decir, en tanto en cuanto le resulta útil, por lo que a la hora de presentarla hay que considerar atentamente los matices y correcciones que la pareja misma pueda plantear.

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